Melina creció entre pinceles, colores y telas. Sus años de formación fueron bajo la guía atenta de su abuela Cuca, la hija del gran artista chileno Pablo Burchard.
Espíritu independiente por naturaleza y un tanto rebelde contra un sistema educativo rígido, melina dejó sus estudios a los 14 años y se sumergió totalmente en el mundo del arte. Salió de su patria, Chile para ir a estudiar a Roma las obras de los maestros renacentistas como Da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. Allí dedicó muchas horas cada día a los museos y las calles de la ciudad para capturar las imágenes de entusiasmo de sus gentes, su arquitectura y su extraordinario espíritu.
Tras su regreso a Santiago, con el recuerdo de Italia fresco en su corazón y su mente, su ansia de conocimiento y por descubrir nuevas cosas la llevó a a embarcarse en una nueva aventura que se extendería a través del Pacífico y durante los siguientes 10 años de su vida. esta odisea hizo que Melina profundizara en la exploración de su alma, su arte y la rica cultura exótica de Asia.
Estos últimos 10 años fueron extraordinarios en la vida de Melina, creció como artista y como mujer. Su trabajo con los Chamanes de Sudamérica, sus estudios con los místicos de la India, su Maestría en Yoga y sus experiencias cotidianas con los pueblos indígenas que conviven a través del ritual, la agitación y la celebración, son los hilos que forman el rico tapiz de inspiración en la vida de Melina. Son estos tesoros personales, profundamente arraigados en la humanidad, la naturaleza y la mística los que brillan a través de cada lienzo, a través de cada pincelada. Melina habla con el corazón, y el conocedor interno del espectador ve la visión del espíritu, el amor, la belleza y la gracia.
